EL PREDICADOR
El Predicador y sus
Libros
(16)
Contenido:
Importancia del Estudio. Su Biblia. Buenos Libros.
Método para el Estudio.
Debe ser el predicador un estudiante asiduo
y constante. Si no estudia, no sólo no adquirirá nuevos conocimientos, sino que
perderá los que tiene. Lo que se sabe si no se ejercita y se renueva, se
pierde.
Para
tener frescura y novedad en el púlpito, se necesita el hábito del estudio.
Defrauda a su congregación, el que no prepara con estudio asiduo lo que va a
exponer en el púlpito. Pararse en el púlpito a predicar naderías, es papel de
tontos, y no son menos los que se conforman con tal predicación. Es peligroso
un predicador que, creyendo saberlo todo, no estudia. No sólo tiene el peligro
de nulificarse, sino el de dejar en completo atraso a su congregación, pues es
cosa bien sabida que una congregación nunca pasa del nivel que intelectual o
espiritualmente tiene su predicador. Motivo de satisfacción será para él
ilustrar a su pueblo y elevar su nivel intelectual y espiritual.
El predicador debe ser buen amigo de los
libros. Bacon dice que los “buenos libros son amigos
verdaderos.” Se han descrito como inspiración y medicina del alma y de la
mente. En la portada de la
Biblioteca de Tebas se leía esta
inscripción: “Medicina para el alma.”
Los libros ejercen influencia secreta sobre
el entendimiento. Son los maestros silenciosos que enseñan sin reprensión o
castigo. Un autor de nombre Bright dice: “los buenos
libros son como introductores impersonales a los grandes hombres del pasado”.
Otro dice: “los buenos libros son para la mente de los jóvenes, lo que el calor
del sol y las lluvias refrescantes de la primavera para las semillas que yacen
dormidas en los bosques durante el invierno”. “Los libros son los vasos de oro
del templo, las armas de la milicia ministerial con que se destruyen los dardos
de los malvados; olivos llenos de fruto; vides de Engadí,
higueras fructíferas, no estériles; lámparas ardientes sostenidas siempre en la
mano.” Un buen consejo para los jóvenes es: “Aspira a ser más fuerte
alimentándote, y más sabio leyendo.”
Estos y otros muchos pensamientos pueden
citarse en favor de los buenos libros. Permita el Señor que con ellos despierte
en el joven predicador un deseo ardiente de estudiar y prepararse mejor para su
delicada misión.
En cuanto a los libros de estudio, nótese lo siguiente:
- Su
Biblia debe ocupar el primer lugar. Lea y estudie en un solo ejemplar que sea de su propiedad. En él
puede subrayar los pasajes más importantes y hacer las anotaciones que
estime convenientes durante el estudio. Así le será más fácil hacer su
estudio personal en su propia Biblia.
- En español, prefiero la versión de Valera,
revisada en Madrid. No conozco otra mejor. La versión moderna de Pratt, la Hispanoamericana del Nuevo Testamento, la
del Nuevo Pacto y las católicas de Scío de San
Miguel y la de Torres Amat, y otras muchas que hay, deben tenerse a la
mano para consulta. Pero la lectura y estudio diario, deben hacerse en
una sola versión. Así puede familiarizarse con su fraseología para citar
fielmente los textos en el púlpito. Leyendo a diario en diferentes
versiones, la fraseología se confunde y es difícil citar de memoria y con
precisión los textos, mientras que leyendo de costumbre una sola versión,
su estilo y frases se graban fácilmente en la memoria.
- No puede exagerarse la importancia del estudio
público personal. En el predicador es absolutamente indispensable. Sin
este estudio, su mente se empobrece y no estará en aptitud de enseñar a
otros. En ninguno mejor que en el predicador es aplicada la bendición del
salmista: “bienaventurado el varón que medita en la ley de Jehová de día
y de noche’ Ezequiel antes de ser enviado al desempeño de su misión,
recibió la orden de comer el rollo, que le fue a su boca “dulce como la
miel,” y entonces oyó la voz: “hijo del hombre, ve y entra en la casa de
Israel y habla a ellos con mis palabras” No puede enseñar a la casa de
Israel o sea al pueblo de Dios, un exhausto de alimento espiritual, o lo
que es lo mismo, una mente y un corazón vacíos, nada puede comunicar.
- La Biblia, entonces, debe ser el principal libro de
estudio del predicador.
- Téngase,
además una biblioteca de buenos libros. No es necesario que sea grande, sino de libros escogidos. Vale
más tener pocos libros que sean estudiados, que muchos que no se leen.
- Generalmente el joven no sabe qué libros ha de
adquirir. Mejor sería que consultara este asunto con un ministro de
experiencia, quien puede darle una lista de los libros que le puedan ser
más útiles.
- Los libros que tenga son para leerse y no para
dejarlos olvidados, como muchas veces sucede. Más que leerse, deben
estudiarse. Como dice Séneca: “Debemos digerirlos, de otro modo, pueden
entrar en nuestra memoria, pero no en nuestro corazón.” Otro autor dice:
“La cantidad de libros en una biblioteca, es con frecuencia una nube de
testigos de la ignorancia de su poseedor.”
- Hará bien el predicador en destinar tina parte
de su dinero para comprar buenos libros que le sean de ui1klad en su
estudio personal. Si puede leer inglés, y lodo joven predicador moderno
debiera saber, conviene que adquiera algunas obras en este idioma. En
inglés se hallan las mejores sobre religión, lo mismo que sobre cualquier
otro ramo del saber humano. Nuestra literatura religiosa en español es
relativamente escasa, aunque ya está enriqueciéndose. Abunda algo la
saturada de enseñanzas romanistas, pero la evangélica no es todavía muy
abundante. Sin embargo, tendría una buena biblioteca el predicador que
pudiera adquirir todas las obras evangélicas que se han publicado en
español.
- Pero el que sabe inglés, tiene la puerta
abierta a todo un mundo de riquísima literatura sobre todos los ramos del
saber humano. Os aconsejo, jóvenes, que os empecéis en adquirir el
inglés, cuando menos hasta poder leerlo, y así podréis aprovechar los
muchos y buenos libros que hay en este riquísimo idioma. Yo noto
diferencia bien marcada entre el predicador que sabe inglés, y el que no
puede ni leer en este idioma. Esto es debido sin duda a que el primero
tiene a su disposición una rica e inagotable literatura.
- Conviene
que tenga método y horas fijas para el estudio. Si es posible, arregle sus estudios fijando
días para ciertas materias. No deben olvidarse las reglas escolares que
aprendió en el colegio. En éste no se tiene una mezcolanza de estudios,
sin orden ni método. Se sigue determinado plan pedagógico para el estudio
de las diversas materias, no hay razón para que el mismo orden no se siga
en el estudio privado. Tiene sus ventajas y conviene aprovecharlas.
- El predicador ha de considerar tan importante
su estudio, que no debiera permitir que nada ni nadie lo interrumpa.
- En cuanto a las horas de estudio, son mejores
las primeras de la mañana. La mente está fresca y descansada y en mejor
condición de aprovechar lo que se estudia. Hay predicadores que destinan
también algunas horas de la noche. La quietud y el silencio convidan al
estudio. Pero debe disponerse de buena luz, pues hay riesgo de lastimar
la vista. Si se estudia de noche debe procurarse, además, que la luz no
quede de frente, sino más bien a la espalda, proyectándose hacia el libro
sobre el hombro izquierdo del que lee.
- La vista es un don precioso que debe cuidarse
cuanto sea posible. Dura mucho, si se tiene con ella el debido cuidado.
Son éstas las observaciones generales en relación
con el estudio del predicador. Lo importante es que este estudio se haga y sea
parte esencial de la vida y trabajo del obrero cristiano y que por su medio
obtenga los materiales que le servirán en el desempeño de su delicada cuanto
importante misión, como ministro de la Palabra. Fin. Revisado