Un Dios
viviente
El contraste entre la luz del evangelio y la
oscuridad espiritual de los cretenses se manifiesta de modo singular en los
siguientes versos de Calímaco, poeta griego que vivió
del 300 al 240 a.C.:
Los
cretenses son mentirosos crónicos, Pues han construido una tumba, oh rey, Y han
dicho que es tuya; pero tú no mueres; ¡Tu vida es eterna!
El poeta se estaba refiriendo a un monumento
que estaba en Creta, al cual se le llamaba la Tumba de Zeus. Esa era la forma
como el poeta le rendía homenaje a un dios falso, pero sus versos bien podrían
aplicársele al verdadero Dios y el alentador objetivo de su epístola, a un
pueblo que se hundía moribundo en la oscuridad moral y espiritual. Calímaco había llegado a la conclusión de que el más grande
de los dioses (Zeus) no podía morir, y hacía alusión a la tumba que los
cretenses le habían levantado a tal dios como prueba de que los cretenses eran
mentirosos.
Aplíquele a Cristo estos versos del Himno a
Zeus, de Calímaco, y considere cuán similares son sus
ideas al mensaje de Pablo en Tito, cuando éste hablaba de la pureza cristiana y
de la esperanza de la vida eterna.